SVADD

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Sociedad de vida Apostólica Donum Dei

¿Quiénes somos?

Las Trabajadoras Misioneras de la Inmaculada

IDENTIDAD, CARISMA Y ESPIRITUALIDAD

Las Trabajadoras Misioneras de la Inmaculada fundadas el 11 de febrero de 1950 por el padre Marcel Roussel-Galle constituyen la Sociedad de vida apostólica Donum Dei llamadas ˝las Trabajadoras Misioneras de la Inmaculada” .

La Sociedad de vida apostólica Donum Dei llamadas ˝las Trabajadoras Misioneras de la Inmaculada, es una sociedad de Vida Apostólica de derecho diocesano cuyos miembros asumen los consejos evangélicos por vínculos sagrados, llevan una vida en común siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret y, en el espíritu de una familia internacional, tienden a la perfección de la caridad por la observancia de estas Constituciones (cf. can. 731).


Como miembros de esta Sociedad, realizamos nuestra vocación a través de nuestro trabajo, nuestros diversos apostolados y toda nuestra vida.


La Sociedad participa del misterio de la Iglesia, vivimos en el respeto, en la obediencia a los Pastores de la Iglesia, especialmente al Papa. En todas nuestras misiones, nos preocupamos de actuar en comunión con ellos y con toda la Iglesia.

En respuesta a la llamada de Jesús, vírgenes cristianas, nos consagramos a él para siempre como sus esposas, ofreciéndonos como santa Teresa de Lisieux al Amor Misericordioso de Dios. Participamos de la obra redentora de Jesucristo, especialmente en su encuentro con la samaritana en el pozo de Jacob (Jn 4, 1-43).
Nuestra misión es hacer oír el grito de Jesús: “Dame de beber”, y conducir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a la Fuente de Agua Viva que brota de su Corazón: “Si conocieras el don de Dios”. Perseguimos así el propio fin apostólico de nuestra Sociedad.

La Virgen María es para nosotros el modelo perfecto de vida virginal y esponsal. Es con Ella y por Ella que realizamos nuestro apostolado: conducir las almas a la Fuente del Agua Viva.

« Una Trabajadora Misionera de la Inmaculada cuya formación se realiza bajo la mirada de María, (…) sólo tendrá que cumplir su vocación de esposa y madre manteniendo la mirada interior dirigida hacia la Inmaculada.. » (MR, DLSM n° 65-66).

Siguiendo los pasos de Santa Teresa de Lisieux, avanzamos en el Camino de la Infancia espiritual, el camino de la confianza y del amor. Avanzamos en este camino de santidad apoyándonos en el amor como motivo, en la humildad como base, buscando la perfección en las acciones ordinarias, en el abandono a la voluntad de Dios.

Aprendemos a amar a Dios y a hacerlo amar. Invitamos a todos aquellos que quieran recorrer el Camino de la Infancia espiritual, a ofrecerse al Amor Misericordioso para recibir en su propio corazón “los torrentes de infinita ternura que se contienen” en la Santísima Trinidad.


Dadas nuestras profundas raíces en la doctrina de santa Teresa de Lisieux, nos reconocemos en la espiritualidad carmelita según el pensamiento del fundador.

Nos ponemos también en la escuela de san Francisco de Sales que “sabía notablemente enseñar con sabiduría y mansedumbre la ciencia de los santos a todas las condiciones de los fieles.”
Vírgenes consagradas a Cristo e impregnadas de la doctrina de estos dos maestros espirituales, nos comprometemos en el corazón del mundo a la manera de Santa Juana de Arco.

¹ «La vida consagrada, como toda forma de vida cristiana, es de naturaleza dinámica y aquellos llamados por el Espíritu a abrazarlo necesitan una constante renovación en el crecimiento hacia la plena estatura del Cuerpo de Cristo (cf. Ep 4,13). Nació del impulso creador del Espíritu que condujo a los fundadores y fundadoras por el camino del Evangelio, dando lugar a una maravillosa variedad de carismas. Disponibles y dóciles a su dirección, siguieron más de cerca a Cristo, entraron en su intimidad y compartieron plenamente su misión” (Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica), Instruction Répartir du Christ, 19.5.2002, n. 20 § 1).
² « Además, la persona consagrada encuentra en la Virgen María a una Madre con un título muy especial. En efecto, si la nueva maternidad conferida a María en el Calvario es un don hecho a todos los cristianos, tiene un valor singular para quienes han consagrado plenamente su vida a Cristo. “Aquí tienes a tu madre” (Jn 19,27): las palabras de Jesús al “discípulo a quien amaba” (Jn 19,26) tienen una profundidad particular para la vida de la persona consagrada. Ésta, en efecto, está llamada, como Juan, a llevar consigo a la Santísima Virgen María (cf. Jn 19, 27): la amará y la imitará con la radicalidad propia de su vocación, y experimentará, a cambio, de una ternura maternal muy especial. Nuestra Señora le comunica el amor que le permite ofrecer cada día su vida por Cristo, cooperando con él en la salvación del mundo. Por eso la relación filial con María constituye el camino privilegiado de la fidelidad a la llamada recibida y una ayuda muy eficaz para progresar en la propia respuesta y para vivir plenamente la propia vocación” (Juan Pablo II, Exhortación ap. Vita consecrata, 25.3. 1996, n.28 § 4).
³ Pie IX, Lettre ap. Dives in misericordia Deus, 16.11.1877

 

cf. SVADD Constitutions n. 1-9

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